Javier Aizpurua
Mr. Cartulino
“Larry siempre andaba con su pipa y su regla de cálculo, no había calculadoras modernas. Él estudió tipografía en Estados Unidos, pero era un matemático, era el hombre de los números que lo calculaba todo con su reglita de cálculo y su cabeza, porque lo tenía todo en su cabeza y era sumamente exacto. Mandaba a hacer un título y él mismo dibujaba a mano las letras del tamaño exacto con las líneas del tamaño perfecto. A veces cuando no coincidían bien los espacios de las letras por más mínimos que fuesen, decía: – Poner una cartulina entre las letras B y E- para lograr el kerning que deseaba, de allí viene su apodo de Mr. Cartulino. Así tan preciso que pedía con frecuencia los “espacios de pelo” porque eran sumamente pequeños y tenían que ser introducido a mano.
Tenía una precisión increíble, calculaba un texto escrito a máquina y decía: – Esta va a dar 176 líneas en cuerpo 18 sobre 20 –, y daba exactamente 176 líneas en cuerpo 18 sobre 20; y si no daba, seguramente era por algún error del operario, no de Larry.
Sabía mucho de papeles, introdujo en Venezuela el Cameo Dull y todos los papeles de la Warren que eran buenísimos. Muchas veces tenía que mandar a traer del exterior los papeles que quería utilizar porque aquí no existían.
Yo lo conocí por Cromotip y por amigos en común como Leufert. Luego trabajé con él en Editorial Arte. Trabajar con él era una delicia, por su precisión y su puntualidad, no le daba opción a los cajistas o linotipistas de inventar nada porque él mismo te decía exactamente lo que iba a salir en imprenta. Por ejemplo, si hacía un diploma, primero lo dibujaba letra por letra con el cuerpo perfecto, y estos dibujos eran como haber calcado el diploma después de haberlo impreso; así que las cosas salían perfectas.
Tenía muy buen carácter pero tenía problemas con todos los cajistas y linotipistas porque cada vez que hacían las pruebas, Larry decía: – No me hiciste caso a lo que te dije, faltó tal cosa o tal espacio esta mal – y efectivamente tenían que repetirlas una y otra vez. Cuando mandaba componer líneas de 34 picas, lo hacía a los linotipistas y no a los cajistas. Los linotipistas tenían que hacer dos líneas de 17 picas por la sencilla razón de que el máximo que podía componer el linotipo era de 30 picas.
Cuando yo lo conocí y observé esa clase de detalles, le pregunté por qué era tan preciso. Me contó que uno de sus primeros y más importantes trabajos en Estados Unidos fue haciendo el manual de uso para una embarcación de la armada americana, el cual usaba todo el personal, desde cocineros hasta alto mando. El requisito principal era que fuesen bien legibles y con la menor cantidad de papel, y allí es donde Larry comenzó a interesarse realmente en la tipografía, a seleccionar bien los tipos, a analizarlos.
Una vez vi uno de esos manuales cuando se lo enseñó a Leufert y estaba hecho en Trade Gothic, una tipografía que le gustaba mucho, y a raíz de eso yo traje esa tipografía para la Editorial Arte. Esta tipografía que es una palo seco muy legible y hermosa, él la combinaba con otra serif llamada Caledonia. Este es uno de sus aportes, porque ahora es algo muy común, pero en ese entonces nadie combinaba tipografías con serif y sin serif. Además era quién escogía todas las fuentes de linotipo que se traían en Cromotip, y en eso fue un precursor.
Trabajó en principio con la Creole, que fue la compañía que lo trajo a Venezuela, pero también trabajó con la Fundación Mendoza realizando los informes, con la Electricidad de Caracas y en Cromotip entre otros. Testimonio recopilado por Arol Reyes, 2002
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Carlos Cruz-Diez
Amigo Ejemplar
“Larry June, aquel americano, era un maestro del diseño. Lo trajo la Creole, pero Larry no era propiamente un diseñador, como hoy se entiende. Larry poseía un cerebro organizado, como tiene que ser el de un hombre hecho para una tarea semejante. En el diseño eso es muy importante. Larry era un maestro de la tipografía, un artista creador de signos. Una mentalidad exacta y rigurosa, y al mismo tiempo un ser excepcionalmente ejemplar, como amigo, como humano, como persona. Es difícil hallar a otro semejante. Larry nos inculcó el sentido de la organización, la composición, el papel del espacio…”
Caracas, 1983
(Tomado de Diseño Gráfico en Venezuela.
Alfredo Armas Alfonzo. Maraven. Caracas, 1984)
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------ Javier Aizpurua
Un Larry distinto
Le gustaban los perros wipets, no sólo le gustaban sino que los criaba y eran perros campeones. Larry me regaló uno que se llamaba Isiquio, con la condición de que si no se encontraba contento en mi casa se lo devolviera, cosa que ocurrió. Yo tengo un dibujo que me hizo Kees Verkaik del perro, que de paso, parecía haber sido diseñado por Larry porque era un animal muy estilizado.
Él vivió primero en Altamira, cerca del antiguo cine y luego se mudó a Piedra Azul a una quinta escondida donde podía tener sus perros. Su casa era sombría, porque tenía muchos árboles y no le entraba la luz, y detrás tenía una quebradita que se escuchaba a toda hora; esa casa parecía una chivera, porque le gustaba guardarlo todo y siempre había un desorden.
Larry era desordenado, vaciaba su pipa en cualquier lado y siempre tenía un desorden en su oficina. Tenía un escritorio peor que el mío, lleno de papeles, pilas y pilas, con sólo un espacio pequeñito donde le cabía justo la hoja de papel para trabajar y su inseparable regla de cálculo, pero las cosas que producía eran de un orden increíble y con su apariencia era siempre impecable, vestido de traje o chaqueta de invierno con parches de cuero en los codos, bien afeitado y peinado y con la pipa en la mano.
Estaba casado con una americana muy simpática que se llamaba Ruth, pero con ella no tuvo hijos. Sobre su familia de Estados Unidos nunca hablaba, era muy reservado y misterioso con respecto a su vida en los Estados Unidos, yo creo que sí tenía alguna familia allá.
Él era muy silencioso, podía llegar a la imprenta, decir buenas tardes, quedarse dos o tres horas trabajando de pie sobre el mostrador, te entregaba el trabajo terminado y se iba, no era muy conversador a menos que se fuera con uno a tomarse unos tragos.
Tenía la manía de escribir diarios, y yo daría cualquier cosa por tener uno, en ellos estaba escrito absolutamente todo lo que pasaba cada día, con dibujos, esquemas y demás, su letra era muy pequeña. Cualquier cosa que uno comentara o consultara el decía: “Un momentito” y se iba a buscar en su diario donde efectivamente aparecía todo.
Fue una lástima que se perdieran los baúles que Larry tenía en su casa, unos baúles grandes y pesados como de piratas, donde guardaba todo. Yo estuve tratando de conseguirlos luego de su muerte pero cuando fuimos a su casa ya estaba vacía y nadie sabe que pasó con todas sus cosas, sin contar con que también muchas cosas de perdieron en una inundación que hubo cuando se desbordó la quebrada de su casa hace muchos años.
Testimonio recopilado por Arol Reyes, 2002
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